Onironauta permanente

Hay algo narcótico en el arte. Un segundo plano que se entrelaza con la realidad.

Hay algo de ello que te hace danzar entre dos realidades diferentes que fluyen en paralelo.

Hay algo en la sobreestimulación sensorial que engancha, que te conecta contigo, que te recupera del barro. Que te libera.


Cada vez resulta más extraño ese alter ego que fluía libre entre acordes, divagaciones y atardeceres.


Premio cuando vuelves, premio cuando reconectas, premio cuando te reencuentras.

Premio cuando la brisa se alinea con la luz, con los pies y con el tempo de los auriculares. Entonces vuelves.

La mezcla ganadora y tú sois viejas conocidas, la que te devuelve a ti. Pero ¡qué dificil sincronizar la receptividad extrema con la realidad...!

 




 

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