Va a
ser cierto eso que dicen de que se puede aprender de cualquier cosa (los YAMIKÉS se reducen día a día)
Hoy ha
sido uno de esos días.
Hoy la
lección me la ha dado una máquina, la lavadora.
He de
reconocer que tengo una lavadora rebelde, la he subestimado y hoy se ha
vengado.
Mi
lavadora es de las tradicionales, se muestra reacia a los cambios; no le gusta
que la sorprendas con ropa nueva, tampoco que trates de cambiarle su detergente
o suavizante habitual… ¡ya no hablemos de cambiar su programa de centrifugado! Se
siente bien girando en el mismo sentido y con el mismo número de vueltas en
cada lavado.
Hoy me
he aprovechado, he tratado de incorporarle demasiados cambios a la vez y se ha
revelado. Ha abierto la puerta de mala manera, ha escupido toda la ropa que
tenía dentro y me ha regalado una piscina interior. Eso sí, con agua perfumada
y desinfectada…
A
menudo conocemos gente, puede que no todos los días, pero en poquitos años
acumulamos un montón de rostros nuevos. Muchos prometen y se quedan en
promesas, otros no prometen y sorprenden, y otros, evolucionan.
Después
de la lección de hoy, me reafirmo en mi decantación hacia los que evolucionan,
cambian, se transforman una y otra vez, suben, bajan y vuelven a subir un poco
más arriba que la vez anterior. Quizás la animadversión que he sentido hacia la
lavadora hoy es el reflejo de mis sentimientos hacia esas personas que se
comportan como máquinas: alguien las construye, empiezan a funcionar de una
determinada manera y así se quedan para siempre, viven según unos parámetros
establecidos por el fabricante, no tienen una buena garantía y a la mínima se
les rompe cualquiera pieza. Cuando tratas de inculcarles algún cambio hacen
ruiditos raros o dejan de funcionar. ¡ya no hablemos tampoco si empiezan a echar
humo o a cambiar de color…!
Lo
siento lavadora, creí que serías capaz de avanzar; no volveré a perder mi
tiempo en ti. Eso sí, sigo queriendo mi piscina.
SUENA: Cyan- Ballet Mental "...Adoptar la perspectiva adecuada..."
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